Chichicaste closeup

La luz era intensa y cegadora, como sol de mediodía. Aún no terminaba de despertar y ya experimentaba una picazón y un ardor inaguantables en las manos. No percibía parte alguna de su cuerpo, excepto por las manos. La sensación era como si le hubieran frotado hojas de chichicaste. —Joven, joven, lo siento: hemos tenido que amputarle las manos. No había otro remedio.— Con estas palabras interrumpió el médico el despabilamiento, luego levantó el tablero, anotó algo y camino los pasos que lo separaban de la siguiente cama.

Nota: Inspirado en las lecturas recientes de The Blow de J.M. Coetzee y A Berenice II de Ricardo Rivera Echeverría.

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