Hace años tuve la oportunidad de estar en un jardín Zen. La verdad me pareció raro un jardín de arena y piedras, pero con un instante paso mi primera impresión y me sentí casi encantado por la belleza del jardín. Sin duda alguna, nunca olvidaré la imagen.
En la primera semana de octubre de 2005, El Salvador, Guatemala y el estado de Chiapas en México fueron golpeados por los efectos del Huracán Stan. La lluvia suave, casi llovizna, empezó en septiembre y de una forma tenue pero incesante convirtió los ríos mansos en corrientes que se llevaban todo en su paso; el cual era ya mucho más que el cause normal. Vi muchas fotografías de los daños causados por Stan, pero nada me preparaba para ver la inmensa cantidad de piedras y rocas con que los ríos habían poblado el sur de Guatemala.
Las fotografías las captamos en un viaje por el sur de Guatemala entre Suchitepéquez y Retahuleu. Tampoco olvidaré estas imágenes.
La pregunta que tengo ahora es, ¿qué ayuda reciben los damnificados por el Huracán Stan a cuatro meses del siniestro? Yo por mi parte, ya no he sabido más de las víctimas y no he leído ningún reportaje de seguimiento en los medios. Si no fuera por haber estado presente en una de las áreas donde todavía se ven los daños, no tendría registro alguno en mi cotidianidad.
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